La política del día a día

Después de casi más de un año de ser testigua del 'proceso', todo el día en la televisión, en la prensa y en los mensajes de amigos y familiares que te quieren informar por mucho que tú no quieras, hemos aprendido a vivir con ello. Es decir, política todo el día. Agotador.

Cotidianamente y sin descanso hemos vivido días llenos de 'hechos históricos y solemnes' acompañados de fervor patriótico. Banderas, lazos, más banderas, y de todo un festín de sentimientos, que a mí personalmente me asusta. Y los problemas de verdad, casi se pasa de puntillas por encima de ellos y lo que es importante para la gente pasa a ser secundario y banal.

Sí, señor. Entonces la política se convierte en un ejercicio cotidiano de hablar de sí misma, hay que visualizarla y casi diría que sobarla, y se vuelve soporífera, alejándose de su función más importante, que es servir. En lugar de eso pasa a importar que si eres Capuleto o Montesco, 'uno de los nuestros', en plan De Niro, o de los suyos. Y así, la conversación cotidiana es un discurso, o mejor dicho, un sermón bien aprendido que tienes que dar y sobre todo tienes que convertir a tu causa a quien te escucha, no sea que se vaya pensando que es libre de opinar o de ser quién quiera. Pues sí, así estamos machaconamente hace un año o más. 

Gracias a Dios como soy bastante autista no lo empecé a sufrir cuando empezó y fui una víctima tardía de tanto fervor. Para consolarme pienso que son ciclos históricos en España y Europa y la década de los años 30 del siglo XX ya pasó. El problema es que aquello terminó fatal y confío que esto pase como una pesadilla y entremos en un periodo de políticos no famosos, sino grises, de esos que solo quieren hacer un trabajo funcional para mejorar la vida de todos, rojos y azules. Un trabajo de mejora de calles, leyes justas, etc. Aburrido pero que de eso se trata; no de dar la paliza estéril y sobre todo muy muy peligroso. Ya te digo.

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